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Lunes 25 de junio de 2018, todo preparado para salir, estamos en la calle con las bicis a las 8:30 después de habernos pegado un buen desayuno con cereales, tostadas con mermelada y mantequilla, leche y demás viandas.
En un momento montamos todo el equipaje en las bicicletas, un amable señor que va vestido de trabajo, se ofrece a hacernos una foto para inmortalizar el momento de la salida desde Saint Jean Pied de Port. Nos dejamos caer cuesta abajo dirección Roncesvalles por la Rue de la Citadelle, calle que cambia de nombre a Rue d’Espagne al cruzar el rio La Nive de Béhérobie. Por delante nos esperan, aproximadamente, 20 kilómetros de continua subida con 1265 metros de desnivel positivo y después 6 kilómetros de un descenso vertiginoso a través de un bosque espectacular.
Una vez atravesado el mencionado río, comenzamos a subir una cuesta super exigente que antes de llevar dos kilómetros nos hace sudar como pollos, en ese momento ya empezamos a sentir el espíritu peregrino cuando tenemos que abastecer de agua a una señora, que por lo visto calculó muy mal el líquido que le iba a hacer falta. Continuamos subiendo por cuestas muy empinadas, salpicadas de algún que otro falso llano muy corto, que apenas nos permite recuperarnos para afrontar el siguiente repecho.
Subimos y subimos, haciendo pequeños descansos para hacer algunas fotos, hidratarnos y comer algún dátil y pistachos.
A mitad de camino de esta etapa más o menos, llegamos al emplazamiento de la Virgen de Biakorri, al pie de la cual los peregrinos dejan ofrendas como conchas, flores, fotos, etc., parada obligada para hacer unas fotos, las vistas son magníficas.
Un poco más adelante la estrecha carretera asfaltada continúa pero nosotros la abandonamos para enfilar una terrible cuesta que nos obliga a echar pie a tierra y tirar de la bici y alforjas, aquí empiezo a plantearme que algunas de las cosas que eché, quizás no eran necesarias. A pesar de ir caminando, tenemos que hacer un par de paradas para tomar aliento y poder continuar.
Una vez culminada, a un kilómetro más o menos llegamos a la Fontaine de Roland, de la cual fluye agua tan fresca como la que puede salir de una de esas neveras con grifo incorporado. A partir de ahí atravesamos tramos de bosque frondoso donde el camino, en ocasiones, se hace casi impracticable a causa de la hojarasca y el barro, me da la sensación de que, en esos trozos del camino, la luz del sol no llega a tocar directamente el suelo en todo el año. Afortunadamente estos tramos son cuesta abajo y sólo tienes que preocuparte de no caer y ponerte perdido de barro.
Por fin llegamos a la cota más alta de la etapa, el Collado Lepoeder (1430 m.), para lo cual hemos tenido que echar el pie a tierra en varias ocasiones, en algunas de ellas adelantados por peregrinos de a pie, dándose el caso de pasarnos tres y cuatro veces el mismo peregrino. Incluso, en algún que otro tramo, nos adelantan varias mariposas y algún que otro caracol.
Como anécdota, comentar que cuando llegamos a lo más alto escucho un trotar tras de mí, paro, me giro y no es otra cosa que una pareja que acaban de culminar el collado ¡¡CORRIENDO!!. Les proclamo mi más sincera enhorabuena por tal hazaña y me comentan que hacen el camino corriendo… y yo que pensaba que lo mio tenía merito…
De nuevo un descanso, unas cuantas fotos y se nos plantea el dilema de bajar hasta Roncesvalles por la carretera o por senda, decidimos tomar la senda y no fallamos en la elección. A partir de aquí comienza un espectacular y vertiginoso descenso por un frondoso y tupido bosque. Durante la bajada terminamos con las piernas y los brazos hechos bicarbonato de tanta tensión, si sueltas los frenos una fracción de segundo, la pendiente y el peso de las alforjas te hacen coger una velocidad impresionante. Raíces, charcos, piedras, troncos y ramas dificultan la bajada siendo obstáculos que hacen el pronunciado descenso más peligroso aún.
Finalmente el bosque se abre, cruzamos un riachuelo de gélidas y cristalinas aguas y, ante nosotros aparece Roncesvalles. Una señal de tráfico de indicación, nos muestra los kilómetros que nos queda hasta Santiago de Compostela si lo hiciésemos por carretera, al final del recorrido comprobaremos que la cifra indicaba, prácticamente, es la cifra correcta al hacerlo por el camino.
Lo primero comer, como no, menú del peregrino compuesto de macarrones, trucha y pudin para Manolo y macarrones, muslo de pollo y yogur para un servidor, todo ello regado con agua fresca y vino tinto… si CapriXosso bebiendo vino, esto no se donde nos va a llevar 🙂
Después de ponernos como el Quico, ya hemos dado tiempo a que abriesen el albergue (a las 14:00), nos registramos, ducha, muy necesaria, y a lavar la ropa. Una vueltecita por Roncesvalles, corta, si te tropiezas al entrar te caes fuera, unas fotitos y vuelta al albergue a descansar.
Tras un merecido descanso, a las 7:10 nos vamos al bar para coger mesa y poder cenar viendo jugar a la selección española. Termina la primera parte y nos pedimos un plato combinado, según el menú, 4 trozos de lomo de cerdo con 2 huevos fritos, pimientos de piquillo y patatas fritas por 9€. Termina el partido, ya hemos dado buena cuenta del plato combinado (aunque los pimientos de piquillo brillaban por su ausencia), la selección a empatado con mucho sufrimiento. Salimos cortando del bar, son las 10 menos 10 y a en punto cierran el albergue, hay que recoger la ropa que tendimos, la cual no se ha secado. Subimos a las habitaciones, hay muchos peregrinos durmiendo ya. Nos acostamos y a dormir.
A ver como saco los gemelos mañana. En ese momento dolían de narices.
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